Una despedida que aún retumbaba y retumba entre las paredes del gimnasio. Lo peor que ese adiós nunca significa adiós; nunca acaba ahí. La guerra iba a comenzar y se empezaban a ver las cenizas del volcán que anunciaban su explosión. Se preparaban las barricadas y cada uno protegía lo que más ama aunque nunca se sabe dónde caerá la primera roca ni si esa roca viene del interior. Una cosa estaba clara: William sería un peligro. Puede que no el peor de los que vienen, pero allí estaría echando más leña al fuego. La pregunta era: ¿Se salvarían? O se repetiría la historia y los jóvenes amantes morirían cubiertos por la lava como en Pompeya.